Hacer agua de limón durante esta cuarentena es ahora un precioso hábito. Lo he convertido en un ritual donde tomo conciencia de ¿cómo me estoy tratando?

Al cortar los limones, me pongo hacerlo con paciencia, practicando así la virtud para sobrellevar el “Quédate en Casa”. Pero hoy, mientras exprimía los limones, escuchaba en el fondo las noticias…

  • “Entre marzo y abril se registraron 47,893 llamadas al número 911 relacionadas con incidentes de violencia contra mujeres. Lo que representa un aumento de 52% respecto al mismo periodo del año pasado…”

Mientras seguía exprimiendo, pensaba en cada una de esas mujeres, en cómo las dejarían emocional y físicamente…

  • “…durante esos 61 días de confinamiento por el brote de COVID-19 cada hora se recibieron 32 llamadas alertando que una mujer era víctima de…”

Este es un tiempo de reflexión, ¿también entrará empatía? el azúcar cae en el agua… lo único dulce para esas mujeres es que todos nos unamos a su dolor.

  • “…De acuerdo con el informe de transparencia mexicana, solo 10 de 32 estados incluyeron una línea de emergencia para las…”

Con el agua en la jarra presiento su dolor por aquellos cómplices que perduran en silencio. Giro mi cuchara y pienso en cómo otros tantos testigos le dan la vuelta a las circunstancias promoviendo así impunidad.

Saco mi cuchara y el agua sigue girando. La violencia de género continuará mientras se siga subestimando el daño que produce. La historia se perpetúa, tanto en la vida de estas mujeres por el regreso de sus agresores, como en nuestra cultura permisiva de violencia.

Ahora lavando el exprimidor cambió mi ritual a uno de reflexión ¿cómo podemos exprimir esta cultura de violencia de género? ¿Cómo entrañar el cuidado de nuestras mujeres? Sería sólo con la cero tolerancia…. O ¿Con sólo nuestra propia voz?.

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