La semana pasada el patrón nos mandó a casa “a cuenta de vacaciones”. Ayer volvimos sólo para recibir la noticia que nos vamos a casa con sueldo reducido, eso para quienes somos afortunados, el resto se va ya sin empleo (contengo la respiración, duele). La empresa abastece al sector de la construcción, sector que en México fue castigado durante el 2019 (una reducción de alrededor del 7% según algunas notas periodísticas). Nos afectó la incertidumbre en los mercados y en la inversión, los bloqueos a las vías ferroviarias a principios de 2019, que duraron prácticamente un mes y que representaron no sólo un mes de retraso en la producción sino en el flujo financiero (y negociación de los cargos por demoras porque ¿quién quiere absorber esos costos?). En fin, que después de un año muy complicado, se nos ha venido uno peor.

Pero en mi primer día de trabajo desde casa, me acomodé en un pequeño espacio, con la cómoda de Becka como escritorio y la firme intención de darle, de no rendirnos, de seguir adelante.

David está en la casa.

A ratos escucho un taladro, a ratos uno que otro golpe. Algo estará arreglando en la casa, me digo.

Y casi al mediodía sube y me deja una mesita de trabajo recién hecha. Para que trabajes un poco más cómoda, dice.

Pero lo que en realidad está diciendo es “Voy a estar aquí para apoyarte, para seguir haciendo pareja, seguir trabajando en equipo, para que no nos rindamos”. Sin duda, si transitamos juntos el peor de los duelos, transitaremos este nuevo reto.

 

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