Llegó como un regalo que en su momento fue algo bastante atractivo, cómodo y práctico, un lujo casi; las horas frente al escritorio se volvieron considerablemente menos tediosas y cansadas, al menos no había que preocuparse por la incomodidad, un asunto menos que atender. Pero la repentina llegada del confinamiento y la respectiva mudanza al home office de tiempo completo trajo consigo que su uso se volviera más que un lujo, una necesidad; los primeros días no hubo problema, se creó una relación cuasi romántica hasta cierto punto, pero la convivencia diaria provoca un enamoramiento falso, dicen, y eso mi espalda lo resintió, de repente la comodidad se esfumó, el dolor comenzó en la parte baja y con los días subió casi hasta el cuello y se repartía en mis omoplatos, unos días en lado izquierdo, otros en el derecho… para bien o para mal, tiempo después un remplazó llegó, cómodo hasta ahora, como en su momento cómodo lo fue ella (la silla).

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