Orígenes del jabón

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Todos entendemos al jabón en su totalidad como un limpiador sólido, liquido o en polvo que usamos diariamente en diversas actividades; y a lo largo del tiempo se han desarrollado e industrializado productos que nos permiten controlar la suciedad e incluso librarnos de bacterias, bichos y hasta de posibles pandemias.

 

Actualmente la industria química es la encargada de realizar estos productos de limpieza  para todo tipo de usos, pero ¿sabes cómo se originaron?

El jabón se descubrió hace más de 4.500 años. Usado principalmente para lavar tejidos, poco a poco se fue incorporando en la higiene personal hasta convertirse en un elemento indispensable. Así ha cambiado este producto con el tiempo.

 

La higiene, entre los griegos y romanos era algo muy importante, por lo que antes de que se descubriera y usara el jabón como lo conocemos hoy, en la antigua Roma empleaban elementos más radicales para limpiar o lavar la ropa, como, por ejemplo: una mezcla de cenizas y orines convertidos en amoniaco, sustancia conocida por su olor y por ser astringente, que aún se utiliza en gran cantidad de fármacos y productos de limpieza causando efectos detergentes para lavar la ropa. ¿Lo puedes creer? Sólo los más pudientes en aquel entonces pagaban para que sus prendas de vestir fueran perfumadas después del proceso de “lavado” … y si no pues se tenían que aguantar.

 

Viajemos a Babilonia, donde se encontraron pruebas de que en el 2.800 a. C. ya se manufacturaba jabón en unos tarros de arcilla, hechos a base de grasas, resinas, cenizas y sales hervidas, cuya mezcla producía carbonato de potasio y sosa cáustica, componentes químicos que encontramos en la mayoría de los jabones.

 

Años más tarde en el siglo XIX, el investigador S. Krafft descubrió propiedades jabonosas en componentes no grasos-naturales, este hallazgo permitió que el inventor Twichell y el químico Reyehler dieran cabida a un jabón con más ventajas de limpieza, pero el producto resultó tener un costo muy elevado. Tres años más tarde en Alemania realizaron un detergente más, esta vez sintético, lo único malo fue que la funcionalidad era deplorable, pero cubría la gran escasez y la falta de que había durante la Primera Guerra Mundial.

 

Una vez culminada la guerra y para los años treinta surgen muchos queriendo encontrar el detergente adecuado, con ello un sinfín de propuestas eficientes a los que se agregó el fosfato y derivados del petróleo dando surgimiento a los blanqueadores.

 

A partir de 1945 ya no hubo marcha atrás, gran cantidad de productos de limpieza aparecieron y sus respectivas marcas, las más importantes de los años 60 y 70 fueron Vim, Persil, Ski y Ariel.

 

Ahora que conoces un poco más sobre el origen de este producto y que sin duda no podríamos hoy vivir sin él, agradecemos que haya evolucionado, porque no imaginamos lavar nuestra ropa con esos métodos que tenían los romanos.

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